miércoles, 21 de julio de 2010





Hay lugares maravillosos para hacer fotografías. Como si entraras en otro mundo. Y este nuevo mundo está lleno de creadores, de inspiración, de alegría, de cosas y cosas maravillosas. Y hay un respeto por lo que se hace con las propias manos, un respeto por el como se hace y una admiración constante. O eso es lo que sentía yo. Hasta que una señora en un puesto de artesanía me llamo la atención por sacar fotos. Me llamo espía industrial y se quedo chillandome mientras yo me alejaba y por supuesto borraba las fotos que le había sacado a su puesto, mejor dicho las fotos que había sacado al marco de madera del espejo sobre el que exponía sus joyas. Y de golpe y porrazo vi que no todo era tan maravilloso. Y que mi Nikon D80 asustaba a las posibles víctimas de plagio por parte de los supermercados chinos (esto dicho por la artesana que me soltó la más vergonzosa bronca de mi vida). Así que avergonzada y humillada por mi exagerada curiosidad hacia las cosas guarde mi cámara en la mochila y deje de sacar fotos. Y mi característica sensación de culpa impedirá que saque fotos a lo que no es mío durante una larga temporada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario