martes, 11 de enero de 2011


Era una maravillosa caja con fotografías de jardines japoneses, al abrirla se esparcieron por el cafe el olor de las galletas y la ilusión que siempre crean los regalos. En el fondo de la caja, bajo los múltiples detalles que contenía apareció un préstamo, un préstamo indefinido con dedicatoria, como tienen que ser los prestamos que se hacen de corazón, a la gente que tiene corazón. Y ese es el libro que estoy leyendo ahora:

"-Es agradable -murmura Manuela.
Sí, es agradable pues gozamos de una doble ofrenda, la de ser consagrada en esta ruptura en el orden de las cosas la inamovilidad de un ritual al que hemos dado forma juntas para que, tarde tras tarde, se enquistara en la realidad hasta el punto de conferirle sentido y consistencia y que , por el hecho de transgredirse esta mañana, adquiere de pronto toda su fuerza: pero saboreamos también, como lo habríamos hecho de haber sido un néctar preciado, el don portentoso de esa mañana incongruente en al que los gestos mecánicos toman un impulso nuevo, en la que aspirar el aroma, probar, dejar reposar, servir de nuevo, beber a pequeños sorbos viene a ser vivir un nuevo renacer. Esos instantes en que se nos revela la trama de nuestra existencia, mediante la fuerza de un ritual que recuperaremos como era antes con mayor placer aún por haberlo infringido, son paréntesis mágicos que le ponen a uno el corazón al borde del alma, porque, fugitiva pero intensamente, una pizca de eternidad ha venido de pronto a fecundar el tiempo. Afuera, el mundo ruge o se adormece, arden las guerras, los hombres viven y mueren, perecen unas naciones y surgen otras antes de caer a su vez, arrasadas, y, en todo ese ruido y toda esa furia, en esas erupciones y esas resacas, mientras el mundo va, se incendia, se desgarra y renace, se agita la vida humana."

La elegancia del erizo de Muriel Barbery.

1 comentario:

  1. por supuesto y muy a mi pesar la fotografía no es mía, la he encontrado en internet, ese mundo tan amplio...

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